Así junto a experiencias prácticas muy validas en esta área y que sin duda ofrecen un conjunto de alternativas con resultados efectivos a la hora de enfrentar problemas internos y de la cotidianidad de cada uno de nosotros, por otra parte, una vasta área de estas prácticas se ha pervertido ideológicamente, ha sido fagocitada por los valores del capitalismo. Es más, te hacen sentir en culpa, porque el problema eres tú y no lo es también la realidad histórico social que vives.
En otro orden de ideas resulta interesante ver como psicólogos académicos totalmente positivistas, que son capaces de ver a la hipnosis como brujería, acceden en su cotidianidad domestica a la literatura de autoayuda, "buscando ayuda" sin que esto sea una contradicción para ellos.
En esta perspectiva, la moda espiritual o de autoayuda se vuelve otro mecanismo validador del estatus quo social y perpetuador de la alienación en cada uno de nosotros. Así aparecen tendencias de búsqueda del éxito “espiritual”, de la “prosperidad” como nueva patina de la búsqueda de riqueza, por ejemplo. Si eres pobre, y jodido, es porque tienes un karma de vidas pasadas y no porque vives en una sociedad profundamente injusta y antihumana. En esta área de autoayuda y nueva era, la espiritualidad es fagocitada por el capitalismo y reconvertida a su imagen y semejanza, y toda práctica, no importa de donde venga o desde cuantos milenios se viene desarrollando y practicando, se reconvierte en un nuevo producto, consumible, hibridable, descomponible, vendible bajo los mismos imperativos de la moda.
La praxis psicosocial:
Si hay posibilidad de vida es en esta última área, menos definida y más escondida, de prácticas de carácter más social, extendido y colectivo en donde se mezclan disciplinas con aparentes objetos diferentes (psicología social, psicoterapia, didáctica, psicología social, antropología cultural, epistemología, psicopedagogía, entre otras, que interviene en esas zonas “invisibles” e incomodas de la sociedad, zonas de pobreza y en sus consecuencias psicosociales.
Es la zona de sujetos “marginales” estigmatizados, invisibles, incomodos, ciudadanos en situación de calle, adictos, niños abandonados y abusados, transexuales, locos, “desadaptados”, “viejos locos” o “incapaces”, “retardados”, más otras realidades socialmente incomodas como el embarazo precoz y la violencia intrafamiliar, la violencia de género, o contextos valorativos negativos como el machismo y el racismo, y junto a estas, toda una serie de comunidades burocrático institucionales ligadas simbióticamente a todas estas situaciones. Y en esa realidad aplicale el CIE 11 a las personas a ver que consigues.
Todas estas son zonas incomodas, no tocadas por las “psico teologías” que ya tienen su “nicho de mercado” ni por la psicología académica cómodamente apertrechada en sus feudos medioevales, ni por la autoayuda porque su red de consumo no tiene ningún interés en estas realidades, lo de ellos es vender libros y dar talleres.
Esta también es un área en crisis constante, por la realidad compleja a la que se enfrenta. Una estructura territorial desestructurada, que se mueve muchas veces en la emergencia y el inmediatismo. Pero encontramos un nivel de riqueza en los intentos de praxis terapéutica y en su reflexión, en donde las metodologías asépticas de la academia hacen agua, en donde los dogmas de las psicoteologías se presentan incapaces de interpretar e intervenir eficientemente. Solamente a veces se integran en momentos más amplios de una intervención más crítica, creativa y concreta, que se viene llamando como “psicosocial”.
En esta área de trabajo, de praxis y reflexión, justamente se revelan las carencias epistemológicas de estos acercamientos terapéuticos y teóricos los cuales no pueden subvertirse y dejar de pautar y dividir una realidad compleja.
Una realidad que no basta que la nombres “bio-psico-social”.
Una realidad que rompe los moldes comprensivos del racionalismo psicológico y social exigiendo una reflexión desideologizante y desalienante, critica y constantemente recursiva.
Una realidad que tiene dos vertientes o sub realidades: una es la de esas realidades sociales ocultas, marginales, en degradación y cotidianas, y la otra es la de las realidades institucionales, la de los aparatos tanto públicos o privados que se estructuran para enfrentar estas problemáticas, pero como aparatos sociales al fin, están ellos mismos llenos de contradicciones, problemas, burocracia, cosificaciones, y que terminan produciendo eso que llaman “institucionalización”.
Esto hace que la practica psicoterapéutica o psico social tenga dos frentes el de la realidad local que toca y el de la realidad institucional adornada de toda una serie de valoraciones negativas. Y como si fuera poco la practica terapéutica debe abordar otra situación que si molesta egos. No existe aquí, en estas experiencias un “paciente” jodido y un “psicoterapeuta” bien, más concretamente existe una relación compleja y si se quiere también a veces contradictoria, en donde tanto el “paciente” como el “psicoterapeuta” están jodidos y juntos deben develar el telón de fondo de sus engaños y de sus aprendizajes negativos para tratar de construir una praxis critica saludable para los dos, que los ayude a los dos a evolucionar como individuos en el proceso transformador de la vida.
En esta área no son válidos los dogmas ni las psicologías asépticas y aisladas frente a una realidad cambiante que se mueve en los bordes de la producción y reproducción de lo social y en donde se extremizan constantemente las contradicciones.
Aquí es el lugar de las contradicciones extremas, en donde no aguanta el “setting” terapéutico y la investigación cuantitativa se hace añicos, en donde la semiología psiquiátrica parece una clasificación de mitos y es en donde nos enfrentamos a la pobreza polimórfica, a nuestra misma alienación, y a la ideología y al ego que condiciona los acercamientos psicológicos y psicoterapéuticos. Pareciera que actualmente, sólo aquí es donde se da la posibilidad de construir una praxis menos alienada y más humana, necesariamente fuera de los circuitos del consumo y más cercana a los circuitos de la toma de consciencia.
Zona de la práctica psicosocial
La praxis psicosocial ofrece un espacio para la innovación y la experimentación, donde las teorías tradicionales pueden ser cuestionadas y enriquecidas. Al trabajar en contextos complejos y cambiantes, los profesionales de la psicología social desarrollan habilidades y herramientas que les permiten abordar los desafíos de manera creativa y colaborativa. Esta área representa una oportunidad para construir relaciones más justas y equitativas, promoviendo el bienestar individual y colectivo.
Aquí en esta zona de la realidad es que podemos “imbricar”, mezclar, hacer interactuar como aprendices de brujo, diversas técnicas y métodos, desarrollar teorías menos engorrosas y más comprensivas, desojar conceptos y darnos cuenta del privilegio de estar cerca de realidades que nos obligan a pensar y repensarnos, si no queremos caer en la cosificación de los roles alienados.
Esto termina aquí, pero faltan otros temas como el del carácter de la psicoterapia, y las múltiples interpretaciones que la acompañan, y explorar no solamente sus supuestos teóricos por escuela, sino sus bagajes técnicos y metodológicos.
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