La psicología académica, a pesar de su aparente rigor científico, se ha visto atrapada en una serie de paradojas. Por un lado, busca la objetividad y la cuantificación, pero a menudo termina reproduciendo los valores vetustos, crímenes del ego, o reproducen las mismas relaciones de poder que dicen criticar. Por otro lado, se presenta como un espacio de libre pensamiento, pero en la práctica se rige por dogmas y modas intelectuales.
Una obsesión académica de la psicología
La obsesión por la "cientificidad" ha llevado a una simplificación excesiva de la realidad humana, reduciéndola a variables cuantificables y a modelos teóricos estáticos. En este contexto, la psicología académica se ha distanciado de los problemas sociales más acuciantes, convirtiéndose en una disciplina auto-referencial y poco relevante para la vida cotidiana de las personas.
Psicología Académica
Encontramos por una parte una psicología académica, completamente impregnada por las necesidades y el paradigma imaginario de la industria y la publicidad, y por su propia necesidad de auto reafirmación y legitimación institucional, que aparentemente se alcanza cuando se pone la bata de la racionalidad simplificadora, y se vuelve obsesivamente cuantificadora.
Esta psicología se presenta funcional no solamente a un orden de producción social, sino a un orden ritual que va otorgando importancia y “numinosidad simbólica” a ciertas prácticas institucionalizadas socialmente, como la médica y la praxis del “psicólogo normalizado”.
Por ejemplo, no logramos todavía darnos cuenta que la universidad y las facultades como las conocemos están en decadencia y creo que en extinción. Que en los últimos 20 años la misma crisis de sentido que ha atravesado la creación artística y cultural, atraviesa también la investigación y las propuestas teóricas en psicología.
En otras palabras, nos encontramos con una psicología academicista que generalmente se mueve aún bajo el paradigma de las dicotomías, que continúa compartimentada y fagocitada por el modelo medico como contexto ideológico y por sus luchas de poder internas e institucionales.
Y esto se produce también porque la universidad, de hervidero de ideas, de sitio de formación y discusión, como lo fue hasta los ochenta y noventa del siglo pasado ahora se ha convertido en mausoleo de ideas, se ha convertido en espacio con funciones deterioradas o sin función. Recordemos que la universidad como institución no ha existido desde siempre.
Pero volviendo a psicología de la academia hoy se muestra así, como una realidad cada vez más aislada de lo social y de sus mutaciones, anclada todavía a un imaginario positivista y racionalista y cuando se dice transdisciplinario cae en la ceguera del nominalismo teórico como generador de una supuesta realidad.
Así encontramos que el paradigma fisiologista y biologicista, típico del racionalismo médico-psiquiátrico ganó la batalla ideológica frente a las diferentes tendencias críticas en la psicología académica e institucional.
Tengamos claridad ideológica, la psiquiatría como conjunto teórico y práctico unitario e institucionalizado forma parte junto con las grandes trasnacionales farmacéuticas y el más extendido poder médico, de una gran máquina de producción y consumo.
Todo un trabajo de colonización por parte del poder médico-psiquiátrico se fue desarrollando por años sobre toda la praxis psicológica en la universidad, haciendo que hoy por hoy el mismo psicólogo se convierta en replicador de ese paradigma casi siempre sin darse cuenta.
¿Y la crítica social, el disentir, el poner en duda y aceptar la duda, el atreverse a pensar humanamente?
Probemos a plantear esto en otro nivel lógico, como diría G. Bateson, con metáforas: ¿Dónde está el incesto simbólico como capacidad de puesta en discusión, rebeldía y ruptura hacia supuestos y creencias históricamente determinados pero presentados como verdades?
La obsesión principal de la psicología académica y de sus portadores es la de convertirse en “ciencia”, en una ciencia seria, como las naturales o al menos tener una apariencia similar.
Claro, aún están atrapados en el paradigma positivista que considera la realidad como un dato objetivo externo e independiente del observador y que lo que no puede ser racionalizado por la razón entonces no es objetivo o científico y no merece consideración... Haciendo así, sin darse cuenta producen una práctica objetivante de la realidad, práctica que reproduce la alienación en todas sus formas.
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