Sin duda que el surgimiento de la tecnología de la inteligencia artificial representa un paradigma del que la psicología no puede escapar, pero hace necesaria una revisión o mapeo del “estado del arte” de esta área de conocimiento y praxis.
Pareciera que la crisis de la psicología como ciencia o como área homogénea de estudios y aplicación es un argumento que no se toca desde hace muchos años en las revistas de psicología o en las exposiciones académicas, menos aún en las clases, pero si hacemos un análisis algo más detenido o razonado, podemos darnos cuenta que eso que llamamos psicología, está en crisis y su crisis es profunda desde hace tiempo.
Respuesta ante una crisis
Claro, esto no es nuevo. Desde siempre ha estado en crisis, pero si mientras en el pasado la crisis se definía por la discusión de cuál era el objeto de la psicología y si quería volverse ciencia, ahora las expectativas han cambiado en su horizonte, haciéndose más difusa, menos definida al no ser racionalizada y al encubrirse, tal vez inconscientemente con nuevos velos técnicos, nuevas aproximaciones conceptuales, profundizaciones/cosificaciones de temas especializados hasta el extremo, dejando cada vez más territorio a una psicología cada vez más técnica en sus conceptos y metodología, cercana a lo estadístico y a la semiología psiquiátrica.Pienso que esta crisis tiene varias vertientes, pero una es que la realidad del ser humano es demasiado compleja y diversa para ser capturada por una única perspectiva teórica o método, y más aún cuando hablamos de subjetividad. No existe un único paradigma en psicología, no existe un único monopolio de la verdad ni una única visión científica o neurocientífica de lo psicológico. Existen múltiples interpretaciones cada una con sus puntos ciegos y sus aportes a la comprensión del mundo psicológico. Fíjense que ya el hablar de “lo psicológico” en colocarnos en un cierto paradigma que excluye otros.
Algunas modas del paradigma psicológico:
Por esto cuando aparece una “moda” que promete la completa comprensión del fenómeno mental y viene asumida como verdad religiosa estamos en el campo de las practicas mitológicas aún si hablamos de “ciencia”.
Observamos así el regreso del paradigma biologicista, aparentemente más seguro y más científico, ahora “neuro”, aplanando todo en su coacción a simplificar relaciones, tratando de racionalizar, controlar todo a través de la imagen tranquilizadora de la técnica y pasando de contrabando inferencias por datos de realidad.
Cabría preguntarse con Georges Canguilhem que es un dato, para comenzar a ponerlo en discusión y relativizar lo que hoy se asume como “verdades”. Los datos no son neutros, sino que están inscritos en un contexto histórico y conceptual que influye en su interpretación. La interpretación de datos no es un proceso mecánico, sino que implica un juicio crítico y una reflexión sobre el significado de los resultados. Los datos siempre son interpretados a través de lentes teóricos y conceptuales. Es fundamental ser conscientes de estos marcos interpretativos para evitar caer en reduccionismos o generalizaciones apresuradas.
Así, por ejemplo, todo ese aparato “tecno-conceptual” muy bien encarnado por el área cognitivo-conductual o por los que aplican el prefijo “neuro”, se extiende como un velo dorado sobre todas las incertidumbres y dudas que pueden aparecer. Haciéndolas “negociables” y generando una zona de aparente seguridad de prácticas, acciones y pensamientos. Ahora si tenemos un mapa de la mente! Por ejemplo. Afirmaciones que se enganchan en deseos casi atávicos de seguridad y de hasta omnipotencia. Tratando de conquistar cada día un poco más del territorio de la realidad humana y de la subjetividad social pero no logrando superar la dicotomía psique-soma.
La crisis de la psicología, que se ha presentado como una constante en los últimos años, actualmente, con el proliferar de casi infinitas tendencias y escuelas, “psico teologías”, “psico tribus” y monasterios psicológicos, no solamente se da en el ámbito teórico, o en el modo de sustentar su praxis en la academia y en el imaginario social. También se ven importantes repercusiones en su modo de proponerse socialmente frente a los diversos problemas, acertijos y complejidades de lo social y de lo individual.
Es bueno resaltar aquí la desertificación de propuestas teóricas en el ámbito psicológico, que se ha manifestado en los últimos 25 años y que contrasta con el amplio florecimiento de múltiples perspectivas y praxis teóricas en el ámbito psicológico durante todo el siglo pasado. Desertificación que no es solo patrimonio de la psicología sino también de campos disimiles como el arte, la cultura, la sociología e incluso la epistemología.
A mostrarnos esta crisis también está la explosión a través de las diferentes modas de la llamada “autoayuda” o diversas tendencias terapéuticas que han ocupado todo un ámbito de prácticas sociales y de intervención que habían sido dejadas desguarnecidas por la psicología académica y por el enclaustramiento de las diversas “psico teologías” en su autovalidación interna.
Un ejemplo es el de la espiritualidad, que se dejó en el área de las prácticas religiosas invalidándola como aspecto importante de lo psicológico. Una curiosidad que tengo y se que nunca tendrá respuesta es ¿Cuántos psicoanalista lacanianos leen autoayuda?
Esta realidad en crisis además está poblada de paradojas, por ejemplo, a partir de las últimas dos décadas del siglo pasado en las ciencias sociales se comenzó a plantear el paradigma de la transdisciplinariedad. Pero esto, en el caso de la psicología, lo que generó fue un mayor aislamiento de la visión del hombre y en consecuencia una mayor descontextualización de la praxis social de la psicología. Así bajo el pretexto de una mayor rigurosidad y cientificismo se incrementó la colonización del paradigma medico psiquiátrico clasificatorio y cosificador, funcional a las transnacionales farmacéuticas.
En este panorama de crisis podemos hacer una radiografía de la situación actual y hablar de cuatro practicas sociales en la amplia área de lo psicológico: la académica, la de las “psico teologías” autorreferenciales, el vasto archipiélago mutante de la “autoayuda” y el área de las praxis psicosociales.
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