Tienen que ser suficientes para asegurar la salubridad de los productos y preservar al máximo su valor nutritivo. La mayoría de los alimentos deben cocinarse a 80ºC como mínimo, para que estén perfectamente cocidos en su interior. Estas temperaturas destruyen la mayoría de los gérmenes presentes en los alimentos.
Por eso, es difícil que los alimentos recién cocinados provoquen una toxiinfección alimentaria, pero si no se consumen el día en que se cocinan, han de enfriarse rápidamente y conservarlos en refrigeración a 3ºC durante un tiempo prudencial, siempre protegidos por tapaderas o papel de film. En temperatura ambiente solo se recomienda que no pasen de dos horas.
Las ollas de vapor a presión permiten la destrucción de bacterias, pero no garantizan la destrucción de las formas esporuladas, por lo que no proporcionan alimentos esterilizados.
La fritura consiste en introducir un alimento en aceite caliente. Las grasas son importantes en la preparación culinaria. Al calentarlas se modifican sus estructuras y pueden ser peligrosas para la salud, si no se siguen los procedimientos correctos.
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