De entre esos flashes el más emotivo y esperanzador es el de la abuela de la familia ejemplar que una buena noche desaparece y deja una nota que la hija se limita a tirar con un gesto de fastidio y reproche hacia la abuela desagradecida que, aunque sólo fuera por edad y memoria, sabía que había que huir de aquel “paraíso”.
Me traspuso a “Cabaret”, el filme antifascista en envoltorio de musical estrenado hace 52 años, cuando otro abuelo anónimo se lleva las manos a la cabeza con amargura y gesto de derrota e impotencia mientras jóvenes nazis uniformados cantan “El futuro nos pertenece” y poco a poco se van sumando todas, absolutamente todas, las personas que estaban en aquel parque público una dulce tarde de verano.
El anciano, que ni canta ni pronuncia palabra alguna, afirmaba con los ojos y la cabeza, “han vuelto, otra vez, imparables, y la gente los recibe y son su eco cómplice y entusiasta …” La productividad, el ahorro de costes, la eficiencia, el orden y la disciplina organizativa y de gestión, ¿Señas de identidad de la Alemania nazi sólo, o de la Alemania eterna?
Esos interrogantes son la antesala de un dilema abismal y aterrador: ¿Cómo es posible que los gestores y ejecutores del mal absoluto que fue el nazismo y el Holocausto fueran seres humanos asépticos, “normales”, eficaces, cálidos, incluso, con los suyos?
Yo, viejo y derrotado como la abuela de “La zona de interés” o el anciano de “Cabaret”, hace ya tiempo que no me pregunto si pueden volver y que afirmo seriamente que van volviendo de modo cada vez más visible y explícito; basta con querer verlos y no mirar a otras zonas más cómodas.
Manuel Zaguirre ExSecretario General de la USO. Afiliado al PSC-PSOE.
Comentarios
Publicar un comentario