No obstante, luchar, constantemente, para conseguir la neutralidad, no es del todo adecuado. Las emociones intensas, cuando son negativas, son desagradables, las sentimos en el cuerpo, a veces como náuseas, otras en el pecho, otras en el estómago... no nos gusta sentirlas, pero ahí están, emergen.
El hecho de entender que todas tienen una función un porqué (¿Qué nos quiere decir esa emoción? ¿Por qué está ahí?), ayuda a percibirla como parte de nosotros, no como una intrusa. Muchas veces nos enseñan por dónde sí y por dónde no debemos tirar o qué es lo que nos hace falta para ser felices (¿Qué razón tiene este vacío?).
A veces, nos ayuda a definirnos (¿Yo soy eso o estoy respondiendo a una situación concreta o a mis circunstancias en ese momento?).
¿Os ha pasado alguna vez que explicáis a alguien cómo os sentís y dicha persona piensa que, realmente, estáis mal y que necesitáis a un psicólogo? La verdad es que, de forma frecuente, necesitamos a los demás para regular nuestros pensamientos y emociones, necesitamos soltar burradas (verbalizar) y ver que dichas burradas no se corresponden con la realidad (la vida es una mierda; ¿De verdad todo es siempre una mierda?
¿Qué la hace una mierda?). A veces, compartimos cómo nos sentimos en un momento de bajón pero, no es cómo valoramos la vida en general. Una emoción negativa en un momento puntual no nos define.
Elisabet Aguiló
Psicóloga
Coach Especialista en Nutrición y Salud
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