Las maras según la RAE, son pandillas juveniles organizadas y de conducta violenta de origen hispanoamericano. Es decir, se trata de jóvenes, generalmente, de familias marginales y con pocos recursos, que abandonan los estudios y encuentran en la mara un apoyo social.
Las personas dentro de las maras van ascendiendo en función del número de homicidios y actos violentos cometidos. De forma frecuente, se dedican al negocio del tráfico de drogas. Tienen un marco territorial donde desarrollan sus actividades. Están en guerra constante entre bandas rivales y con la policía.
Como habitantes de un país “civilizado” (si es que se puede denominar así) podemos pensar que un pandillero nada tiene que ver con nosotros. No obstante, los españoles, no somos tan diferentes.
Los pandilleros buscan en la mara una protección, una identidad, una pertenencia grupal. Al identificarse con el grupo, se consideran distintos a otros y esto da lugar a un trato de iguales entre los miembros del mismo grupo (a pesar de la jerarquía) y desigual entre los que no forman parte de él.
Nosotros nos identificamos, también, con un grupo (de un determinado estilo de música, por ejemplo) o pandilla (grupo de amigos) y con eso creamos unos comportamientos, estereotipos, prejuicios y discriminación (identificándonos con nuestro grupo de iguales y diferenciando a los otros como diferentes a nosotros).
La identidad social y autoestima se encuentran estrechamente relacionadas. Parte de nuestra autoestima depende de la valoración de los grupos de pertenencia.
Si el grupo de pertenencia nos gusta, nos gustamos. Los que forman parte del exogrupo no nos gustan y rivalizamos (quizás no de la misma forma que las maras pero, sí que ejercemos cierta competencia para proporcionar los máximos recursos al grupo de pertenencia).
Elisabet Aguiló
Psicóloga
Coach Especialista en Nutrición y Salud
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