Había una vez, una sirena llamada Blue que era la única en su especie, en el rico océano azul del Atlántico. Las sirenas habían sido cazadas, anteriormente, por los humanos y había, realmente, pocas. Se sentía muy sola porque no tenía amigos, al ser tan diferente. Un día, le cayó en la cabeza un vaso de café, le hizo daño pues, venía de muy lejos, del espacio infinito. El vaso de café era de un alienígena, llamado Mike. Mike se deleitaba, cada mañana, viendo a los seres del planeta Tierra con su, grandioso, telescopio galáctico. Era un ser peculiar, ya que nadie de Marte estaba interesado en aquel planeta y menos en la vida que había allí. Él era el único en ver a la sirena como un ser extraordinario, Blue, sin duda, se había convertido en su ser preferido. Al caerse, por descuido, la bebida que estaba tomando en la cabeza de la sirena, no vio mejor oportunidad para comunicarse con ella. Establecer comunicación entre Marte y la Tierra no era sencillo y decidió que por cada vaso que le tiraría, le enviaría un mensaje que ella pudiera entender (él entendía todos los idiomas de la Galaxia). Era la única manera.
Ella, al principio, se asustó pues, nadie le había golpeado, tantas veces, la cabeza con vasos rellenos con mensajes pero, pronto aprendió a recibir los vasos con las manos y no con su cabeza. Ella los contestaba mediante el movimiento de las olas del mar (un idioma antiguo que utilizan todos los animales marinos). Con el tiempo, Blue y Mike se hicieron amigos y, Mike no descartó bajar de Marte para conocer, de cerca, a su amiga Blue. La sirena, nunca más, se sintió sola.
Moraleja: por muy solos que nos sintamos, siempre habrá alguien como nosotros, que piense como nosotros, que actúe como nosotros, que sienta como nosotros, aunque no lo veamos.
Elisabet Aguiló
Psicóloga
Coach especialista en nutrición y salud
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