El plátano ligón fue hacia el frutero que había en medio de la mesa de la cocina, con aires de grandeza. Se miró las dos manzanas que quedaban allí. Ambas parecían buenas. Realmente, no sabía cuál era la mejor. Tenía tantas dudas sobre a quién de las dos entrar primero que decidió preguntar a las manzanas:
- ¿Podéis ayudarme a decidir? ¡Sois tan hermosas las dos! - les susurró.
No hubo ninguna respuesta instantánea, las manzanas no hablaron, se lo quedaron mirando, algo sorprendidas, por la actitud del plátano macho.
De repente, una de las manzanas empezó a hablar:
- Hola, mi nombre es Fuji. ¿Por qué no me comes a mí? Soy una manzana muy viajera. De donde vengo, las manzanas crecen en abundancia de los miles y miles de manzanos que hay. Por lo tanto, tengo mucha familia. Además soy una manzana con experiencia: para llegar hasta aquí donde me ves, he hecho muchos kilómetros y ... claro, después de haber pasado horas y horas dentro de una caja, no me gustaría haber hecho el viaje por nada.
Esta manzana que había hablado, realmente, tenía un color rojo llamativo seductor. El plátano ya estaba a punto de decantarse por esta cuando oyó una vocecita que dijo:
- ¡Ei! ¡Espera un momento! - ahora era la otra la manzana la que hablaba -. Yo, también, quiero tener la oportunidad de que me elijas: me llamo Golden. Yo no he viajado tanto, sólo un poquito. De hecho soy de aquí mismo, de cerca de Lleida. Mi familia no es tan grande como la de mi amiga Fuji, razón por la cual me considero una manzana bastante independiente de su familia.
El plátano sin poder elegir ninguna, se abalanzó encima de las dos.
Iris, la niña pequeña de la casa, llegó de la escuela, con hambre, se acercó al frutero y le llamó la atención al hermoso plátano, las dos manzanas estaban poco visibles para despertar su interés. Lo cogió y, corriendo, se lo llevó. Nunca más se volvió a ver aquel plátano fanfarrón.
Moraleja: el ego lleva a la destrucción.
Comentarios
Publicar un comentario