La comparación con los demás nos ayuda a determinar si nuestra forma de ser y nuestro comportamiento son adecuados y aceptados en nuestro entorno: ¿Cómo sé si soy inteligente, introvertido, leal, trabajador, atractivo, gracioso, bajito,…si no me comparo con los demás?
Si nos comparamos con gente mejor en algún aspecto (comparación ascendente) nos sentimos mal lo que genera una ligera ansiedad o inquietud que nos estimula para seguir mejorando. Este tipo de comparación nos permite regular nuestro comportamiento.
Si nos comparamos con gente inferior en algún aspecto (comparación descendente) nos sentimos mejor con nosotros mismos, aliviados y no sentimos esa necesidad de cambiar, lo que nos lleva a tener una mejor autoestima (no obstante, aunque mejore nuestra autoestima será de forma superficial, ya que dicha autoestima no estará basada en ningún cambio profundo). Este tipo de comparación sirve como una herramienta de regulación emocional.
Depende de nuestras circunstancias, un tipo de comparación u otra nos puede servir para tener una mayor adaptabilidad en el entorno. No obstante, recurrir solo a la comparación descendente (a compararnos con gente inferior) puede ser negativo porque quienes no reconocen su propia incompetencia carecen de las destrezas cognitivas necesarias para identificar sus limitaciones y unas estrategias cognitivas limitadas crean problemas.
Elisabet Aguiló
Psicóloga
Coach especialista en nutrición y salud
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