ATRACONES Y EMOCIONES
¿Hay algún alimento que os haga sentir mejor? ¿Sois capaces de identificar qué tipo de emociones hay detrás cuando os coméis unos cuántos bollos? ¿Habéis sentido alguna vez que perdéis el control y os coméis más bollos de los que deberíais?
Es importante descubrir si hay algún miedo infantil a trabajar que os haya hecho huir siempre (que os haya empujado a refugiaros hacia la comida), ya que los atracones son conductas evitativas (refuerzos negativos) que pueden ser utilizadas para aliviar el malestar.
La mayoría de nosotros, ante determinadas situaciones, nos apetecen alimentos como los bollos, ya que nos ayudan a reducir la intensidad de determinadas emociones negativas y, para qué negarlo, el sabor dulce nos da placer.
No obstante, algunos abusan de ellos. Dichas personas, presentan un discurso racional (“yo controlo”, “no tengo ningún problema”) y les cuesta mucho conectar con el dolor que hay detrás de la conducta compulsiva.
No obstante, es necesario afrontar dichas emociones, identificar cuáles son, en qué momentos se activan, para poder tener más control sobre la ingesta y no sentirnos culpables después (para poder tener un registro de atracones y emociones os recomiendo recurrir a un bloc de notas).
ATRACONES Y AUTOESTIMA
Los atracones pueden llevarnos a aumentar de peso ( llegando a sufrir, en los peores casos, obesidad) y, debido a este, podemos tener diferentes distorsiones relacionadas con el aspecto físico:
“La bella o la bestia”. Es un pensamiento dicotómico. No contempla tonalidades grises, no se aceptan aspectos parciales positivos y como ser perfecto es muy difícil, uno decide considerarse un desastre. ej.: “o soy guapa o soy fea. Peso más de lo que debería, soy fea”.
“El ideal irreal”. Se refiere al uso del ideal social como un estándar de apariencia aceptable. Los sentimientos de fealdad aparecen al compararse con los ideales que la cultura y la sociedad imponen en este momento. ej.: “estoy mucho más gorda que las mujeres de mi edad”;
“El juego de la culpa”. Hace posible que la apariencia sea la culpable de cualquier fallo, insatisfacción o desengaño, aunque en principio no esté relacionado en absoluto con ella. ej.: “cómo me van a querer con el mal aspecto que tengo”; entre otros.
Es normal sentirnos culpables por comer demasiado y no poder controlar una conducta pero, nuestra autoestima no debe ir ligada a ello. Somos más que: “comilones”, “gordos”, entre otras descripciones que se nos ocurra.
Detrás de una conducta están unos porqués, unos factores que deben ser bien analizados para poder actuar sobre ella y tener opción a cambiar las cosas. La culpa no es productiva. Intentar mejorar las cosas, la acción, es la mejor alternativa ( con la ayuda de un profesional , si solos no tenemos las herramientas necesarias para ello).
Elisabet Aguiló
Psicóloga
Coach especialista en nutrición y salud
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