A pesar de haberse considerado a los animales como criaturas impulsadas, únicamente, por el instinto, algunas especies son capaces de inventar nuevos comportamientos.
En Japón, por ejemplo, los cuervos se han adaptado a la vida en la ciudad, hasta el punto de que han encontrado la manera de comer alimentos que no podrían en un bosque: utilizando los coches como cascanueces. Toman las nueces y las colocan en la carretera. Así, las ruedas de los coches rompen la cáscara y los cuervos acuden rápidamente a recuperar el contenido de las nueces. Incluso, llegan a ser conscientes de que, si estas las colocan en el paso de cebra, podrán recuperar las nueces con menor riesgo (de forma más segura), una vez se ponga en verde el semáforo.
Los humanos, también, tenemos esta capacidad de adaptarnos al ambiente, pudiendo mejorar nuestra existencia.
En relación con ello, todos nacemos con un rasgo genético que nos predispone a ser zurdo o diestro, por cierta dominancia motora de nacimiento. No obstante, si, desde pequeños, nos han impuesto el brazo no dominante, ganaremos destreza con dicho brazo y lo acabaremos usando.
Otro ejemplo, las personas podemos heredar una tendencia a las obsesiones cognitivas/rumiaciones (rasgo neurótico). Dicha predisposición puede formar lo que hoy en día llamamos trastorno depresivo. No obstante, si la persona decide hacer un cambio e ir al psicólogo y aprender nuevos hábitos de vida (frecuentar otros ambientes, hacer amigos, encontrar un hobby, una motivación), puede mejorar sus síntomas y conseguir cierto nivel de felicidad en su vida que antes no tenía.
No hay una única manera de hacer las cosas, no hay una única manera de vivir. Si no te gusta tu vida, está en tus manos cambiarla.
Elisabet Aguiló
Psicóloga
Coach especialista en nutrición y salud
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