Algunos pensarán que la amistad surge como si de elaborar una ensalada se tratara: dame 1 lata de atún, unos palitos de cangrejo, unas lechugas de colorines, unos tomates cherry, una lata de aceitunas, un poco de maíz dulce… et voilà aquí la tienes.
No obstante, la amistad no resulta de una forma tan sencilla como la suma de ingredientes. Es necesario que la lata de atún diga que quiere ser parte de la ensalada y que los palitos de cangrejo, también, decidan compartir con el atún el mismo espacio.
Una amistad no surge de la noche a la mañana, es algo gradual; pues requiere de tiempo ya que nace de la afinidad mental, de la confianza, del compartir tanto los buenos momentos como los malos. No podemos considerar amigo a alguien que conocemos de un día o una semana, por muy buen rollo que tengamos con dicha persona.
A veces, no tenemos un círculo de amigos, ya sea porque 1) con la gente con quien antes se tenían grandes conversaciones, ahora no se encuentra la chispa por ningún lado; 2) por su personalidad (timidez) o 3) porque la vida ofrece un escenario que dificulta cultivar y mantener amistades (gente que trabaja mucho o tiene familia a su cuidado).
1) Cuando algo no funciona y falta afinidad y compenetración, lo mejor es decir adiós e intentar hacer nuevas amistades. Realizar actividades que a uno le gusten, puede facilitar conectar con otra gente. Si te gusta pintar y te apuntas a un curso, conocerás a gente que, también, le guste. Con afinidades comunes es más fácil que surja una amistad.
2) Dejarse caer en reuniones de grupos. Es buena idea frecuentar grupos y ambientes donde se toquen intereses comunes y haya relación con gente nueva. Estar con otras personas, uno estará asimilando que hablar delante de ellas no supone ningún riesgo y que no hay nada que temer. Se puede perder así, progresivamente, la timidez y aumentar la probabilidad de hacer amigos.
3) Es necesario planificar las actividades semanales y dar un espacio a aquellas actividades sociales que nos permitan desconectar del trabajo o de la familia. No somos solo máquinas productivas y necesitamos relacionarnos con otras personas, a parte de nuestra pareja o nuestros hijos.
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