El bienestar no ocurre por casualidad. Hay que trabajar en él. Requiere trabajo enfocado y constante. Luchar por nuestra felicidad es aversivo a corto plazo porque requiere esfuerzo, aceptar que hay áreas de mejora en nosotros y que es necesario plantearnos objetivos para conseguir, con el tiempo, una mejor versión de nosotros mismos.
Muchas veces, cuando la realidad no nos gusta, utilizamos la evasión como mecanismo de defensa y fantaseamos (“si yo fuera, si yo tuviera…”) por la ansiedad de bajar a la realidad y afrontarla.
También, utilizamos el victimismo para sentirnos mejor, ya que nos proporciona la atención de los demás (“pobrecillo, lo que sufre”); escuchamos lo que queremos oír (“no te preocupes el día de mañana estarás mejor”); protege nuestro ego (luchador) al disociarnos de la realidad (“hago lo que puedo, es la sociedad que no me ayuda”).
Con el victimismo, se genera un crecimiento del ego. Al transferir la responsabilidad a los demás o a las circunstancias del entorno se pierde la libertad para trabajar en uno mismo y eso impide un enfoque `para resolver problemas.
Para salir de la fantasía y el victimismo, es de utilidad contestar a las siguientes preguntas:
¿Mi vida se compone de más momentos de felicidad que de sufrimiento? Si no es así: ¿Por qué sufro? ¿Qué no está funcionando (pareja, trabajo…)? ¿Me gustaría cambiar? ¿Culpo a la sociedad de mi situación y sin embargo no hago nada (victimismo)? ¿Fantaseo con una vida mejor a menudo?
Os dejo la siguiente afirmación que el gran filósofo Gerar Schmedling dijo: aquello que no eres capaz de aceptar es la única causa de tu sufrimiento. Sufres porque no aceptas lo que te va ocurriendo en la vida.
Para aceptar lo que nos ocurre en nuestra vida, debemos trabajar en aquello que nos hará felices.
Elisabet Aguiló
Psicóloga
Coach especialista en nutrición y salud
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