El
coronavirus nos ha traído unos cambios relevantes en nuestra vida: hemos pasado
de poder salir, libremente, a estar las 24/7 en casa.
Los
primeros días del confinamiento, todo el mundo sentía que tenía que aprovechar
la oportunidad para hacer todo aquello que nunca había hecho, disfrutar de la
experiencia, ver las cosas en positivo. Se nos había vendido la idea de que no
pasaba nada, que solo era una gripe, que solo afectaba a los mayores y que en
una o dos semanas encerrados, saldríamos a hacer vida normal.
Pero, a
medida que pasaban los días, estar en casa se ha vuelto más duro. Muchas
personas han empezado a experimentar emociones negativas (tristeza, miedo,
ansiedad,…), la enfermedad y la pérdida provocadas por el coronavirus. Además,
muchos reflexionan en cuál será su futuro. El panorama se ha vuelto más
pesimista. O, quizás, sería más adecuado decir más realista. Cada vez nos
cuesta más ser felices: ¿Cómo vamos a estarlo cuando cada vez hay más personas
contagiadas, enfermas y muertas? Tenemos miedo de perder a algún ser querido.
Quizás,
en esta pandemia, se ha vuelto a poner encima de la mesa que el dolor existe,
que la muerte existe y que nos pueden pasar cosas malas. Sin embargo, hay
personas que creen que deben ser felices siempre y que no pueden permitirse el
estar tristes ( entre otro tipo de emociones negativas).
Tenemos que
diferenciar: una cosa es ser positivo y otra cosa ser naif (que se expresa con
ingenuidad deliberada imitando la sensibilidad infantil). Podemos ser positivos
pero, hasta ahora, la positividad ha funcionado como un mecanismo de defensa
que no nos deja reflexionar, ni sentir lo que de verdad está ocurriendo.
Lo
ideal es alcanzar un equilibrio: ni todo es de color de rosa, ni todo es
dramático. Existe una incertidumbre respecto a lo que estamos viviendo y lo que
vendrá.
Mejor estar informado y tener conocimiento de la realidad ya que nos
permite poner en contexto nuestras decisiones (es conveniente poner las
noticias una vez al día) y que estas sean más acertadas, sobre todo cuando se
piensa en el futuro.
Elisabet Aguillo
Psicologa, Coaching y especialista en educación Alimentaria
Comentarios
Publicar un comentario